Querido 2013, no empezaste bien, para qué engañarnos. El hospital no es el mejor sitio para despertarte el día 1 de enero. Pero claro, desde ahí sólo podías ir a mejor, ¿no?
Bueno. Sí y no. Has sido un año de extremos. De muy, muy malos, pero también de muy, muy buenos.
Y como lo normal es acordarse sólo de lo malo y más si eres una pesimista profesional, sólo por llevar la contraria, me voy a quedar con lo bueno. Y es que me has traído muchas cosas extraordinarias.
Me has traído el mejor verano de mi vida. No, no el mejor, el mejor. Me has traído a mi hermana, a mi cuñado, a mis niñas de vuelta. No se puede explicar la falta que me hacían. Me has traído a todas las personas extraordinarias que ahora forman parte también de su vida, que son muchas. Me has traído el Preefa y el Hogar. Las Salesianas. Moni, Jorge, Marisol, el Santi. Y todos los lugares inolvidables: la selva y el altiplano, Santa Cruz, la Chiquitanía. Titikaka. Siempre Titikaka. Me has traído visión. Me has traído más regalos de los que me merecía. Creo que no he sido tan buena.
Me has traído Embarrados y Labouré. Todavía no os he hablado de Labouré, pero empezaré muy pronto. Son mi dosis semanal de cariño intenso, absorbente, incondicional. Mis niños. Son mi oportunidad, no de cambiar el mundo, a lo mejor ni siquiera de cambiar un mundo ajeno. Pero desde luego, de cambiar el mío. ¿Eso de "no dejes que el mundo te cambie"? Una soberana tontería. Me lo has enseñado tú, 2013. Deja que el mundo te cambie, que te remueva, que te transforme. Que no te deje nunca indiferente.
Me has traído también la poesía -que ya estaba antes, por supuesto, cómo no. Que se lo digan a aquella niña de seis años que recitaba a Machado... Pero ahora más. Y mejor-. Me has traído voces como la mía, que piden ser leídas. Me has traído a Eloy Tizón que, quizá, sea uno de los regalos más inmerecidos que tengo. Has traído a Lyrah de vuelta, más alta, más mayor, más importante que nunca. No sabes lo que la echaba de menos. Gracias.
Quién iba a decir que, además de un alergia mortal, también traías la cocina. Sí, 2013, ya lo sé, una de cal y otra de arena. Pero no pasa nada por acumular dos o tres de cal seguidas, ¿sabes? (siempre que la cal sea la buena... que nos conocemos).
Y no me olvido, querido año de la mala suerte, que has mantenido todas esas cosas buenas que ya estaban. Y te has llevado algunas otras, pero no importa, porque ya me compensarás por algún otro sitio. Me niego a creer que todo sean pérdidas.
Creo que, mirado el conjunto, al final tendré que darte las gracias. Por todo en particular, por nada en general. Por la intensidad. Por la prisa.
Ya no me puedes pillar por sorpresa, DosMilCatorce. No te tengo miedo.
Ven con todo lo que tengas.
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