Recorría la vida a tragos. Devoraba el calendario. Todo era un suspiro y pasado. Sin puntos suspensivos, sin comas, sin pausas para respirar. Sin saborearlo, glotona, tragaba los momentos sin masticar. Casi con gula, no había acabado un día cuando ya ansiaba el siguiente, sabiendo que no le bastaría. Que no había tiempo en el mundo que pudiese satisfacerla. Porque ya había quemado toda la felicidad asignada y ahora, vacía, se dedicaba a engullir las horas por vicio, sin recompensa, sólo por la satisfacción de poder decir "lo he vivido todo". Aunque no hubiese sentido nada.
(¿Alguien se acuerda de estos microrrelatos? Bueno, pues ya llegan los tres que faltaban)
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