La literatura nos da la oportunidad de explorar todas esas opciones que por ética, por religión, por amor, por odio, por miedo nunca nos atreveríamos a pisar en la vida real. Y ayer yo, que tengo que salir de la habitación si mi padre está leyendo un trabajo mío, me puse encima de un escenario, cogí un micrófono y leí. Hay que dar las gracias a la literatura por estas oportunidades.
Quince minutos en el cementerio
“Tus
manos son mi caricia / mis acordes cotidianos”… tengo que escribir a Laura.
Me encanta este verso, “te quiero porque
tus manos / trabajan por la justicia”. Madre mía, no llego. ¿Qué hora es?
No, claro que no llego. “Te quiero
porque”… ¿Y ahora esto por qué se para? Últimamente el tren va fatal, menuda
porquería. Debería intentar el bus, pero claro, a ver quién es el listo que se
come el atascazo todas las mañanas, porque por mal que vaya el tren… Esto me
pasa por maquillarme y, total, ¿para quién? Para nadie. Esta tarde ni me peino.
Paso. “si te quiero es porque sos”,
no, en serio, ¿cuánto tiempo vamos a estar aquí parados? ¿Dónde estamos? Ni me
había fijado en esta parte de la estación, siempre leyendo… No sabía que aquí
tenían trenes. ¿Esos trenes funcionan? No parece. Tienen veinte, veinticinco
años, por lo menos. No son tan antiguos, simplemente parecen… Cansados. Trenes
cansados y estropeados, con las esquinas desgastadas y redondas… Fíjate, aquel está
lleno de graffitis. ¿Los limpiarán y
volverán a usarlos, o ya se quedan ahí, para siempre? Están de obras, cómo lo
sabía, por eso llevamos aquí diez minutos parados. En este vertedero de trenes.
No, no es un vertedero. Los tienen ahí, a la vista de todos. Como diciendo,
“mirad lo que nos pasa cuando os bajáis y nos quedamos aquí”. Es triste. Es
como… Como un cementerio. ¿Qué me pongo esta tarde? ¿Pantalones? Debería, porque
no estoy depilada y las medias solo tapan hasta cierto punto. Pero qué
pantalones, he ahí la cuestión. ¿Nos movemos? Hoy a primera hora ya no entro.
Total, ya me odia, encima no voy a interrumpir. Mira, mejor, así voy a la
biblioteca. ¿Tendrán el libro ese…? ¿Cómo se llamaba? Igual no debería ir a
clase. Puede que hoy no fuese el día de intentar hacerlo todo, igual debería
haber ido… No, eso sí que hubiese sido un canteo. Hola, qué tal, traigo magdalenas.
No, mira, mejor sigo con mi vida, y esta tarde pues me presento allí, y… y… Y
ya veré lo que hago. ¿Podré coger el coche? ¿Se podrá aparcar? Como llueva no.
Últimamente llueve a todas horas, pero nunca me pilla fuera. Salgo del metro y,
qué gusto, el aire está limpio y huele a tierra mojada, parece que el mundo se
ha dado la vuelta mientras tú estabas ahí abajo, como si en vez de volver a
nacer tú, renaciese la ciudad. Mejor le digo a papá que me lleve. La americana
negra con los pitillos. O el jersey rojo. No, el jersey rojo no, no se puede ir
a un entierro de rojo, aunque te alegres. Qué bestia, cómo voy a alegrarme de
que se haya muerto, vamos, solo faltaba. Una cosa es… Que no, qué bruta puedo
llegar a ser. Total, jersey rojo no. ¿Lloraré? No creo. Igual al verle… Creo
que no voy a entrar. Me quedo en la biblioteca. Aunque si no consigo
concentrarme, mal, pero si me concentro igual es peor. ¿Debería alisarme el
pelo? Quita, que seguro que luego llueve. Debería estar con gente. Sí, mejor.
Me voy con estos, seguro que convenzo a alguien de ir a la cafetería aunque
sea, y voy a no hablar de ello en todo el día. De todas maneras, ¿cómo se puede
explicar algo así? ¿Cómo se explica algo que no entiendes? ¿Quién lo entiende? A
ver si arranca de una vez. Estos trenes muertos son como tumbas de historias. Alguien
ha mirado desde esa ventana igual que yo, preocupado porque llegaba tarde, o
muerta de ilusión porque iba a recoger a su novio al aeropuerto… La gente vive
cosas increíbles en los trenes y cuando dejan de sernos útiles, los dejamos en
cualquier vía y nos olvidamos de ellos, los dejamos donde no molestan, a la
vista de todo el mundo, sin tener ni la decencia de cubrir sus cuerpos
escacharrados. Puede que yo conociese a Micah en uno de esos trenes y que los
esté mirando sin saber que fueron el primer paso en… todo esto. “Lo siento”.
Pero no lo siento. “Siento que esté muerta”. Eso sí lo siento. “Siento que
tengas que pasar por todo esto y que tengas que hacerlo solo”. Más cerca. Lo
siento… Mataría por un café. No, no mataría. Nadie mataría. Pero necesito
mantenerme despierta, porque si me duermo ahora… ¿Cómo de pronto es demasiado
pronto para tomar una cerveza? ¡Fundamentos
neuropsicológicos del lenguaje! Pero no lo van a tener. A no ser que haya
ejemplares que no se prestan. ¿Aquí llega el 3G? No, pero hay cobertura. Qué
raro. ¿Debería llamarle? ¿Y si lo coge su madre? ¿Quién soy? ¿Sabrá quién soy?
¿Cuánto ha contado en casa? No. Mejor directamente en el cementerio. O un
correo. Un correo estaría bien, “¿Cómo estás? Dímelo sinceramente, porque me
estoy volviendo loca, no creo que seas capaz de hacer una cosa así, pero
tiempos desesperados, no puedo mantener un secreto así y…”. No. Un correo
tampoco. Si ahora empezase a llover, quizá se limpiarían los vagones menos
viejos, los que están cubiertos de un polvo que todavía se puede derretir. Y
caerían cataratas de barro por las ventanas como si estuviesen llorando. Ojalá
lloviese y así nadie podría notar que estoy llorando. Aunque el caso es que no
estoy llorando y a lo mejor ya no lloro nunca más. Parece mentira que hace un
par de años no supiese lo bonito que es el acento de Sussex. Y nunca se lo he
dicho. Quizá pueda empezar ahora a decirle todo lo que no le he dicho antes.
Algunas cosas podría ahorrármelas, claro. “No te cases”. “No le regales ese
anillo, es el que me gustaría a mí, no a ella”. “Desde cuándo el amor es un
compromiso y no una promesa, y no te creas que son lo mismo porque…” Pero él lo
sabía. Lo sabía, y por eso… ¿Tendrán el ataúd abierto? ¿O es algo de las
películas americanas? Si lo tienen abierto, ni me acerco. Aunque si lo tienen
abierto es porque se la reconoce, ¿no? Espero que no sufriese, por lo menos. ¿Ella
lo sabía? Espero que no, pero creo que sí. Sí, seguramente sí. Nadie está tan ciego.
Venir para acabar en un hit and run… No
tenía que haber sido así. Nada que empiece así puede acabar bien. Tengo que
regalarle algo. Qué absurdo, ¿no? “Oye, tu novia a la que no querías pero con
la que te ibas a casar ha muerto, toma, un…” ¿Qué? ¿Dos litros de helado? ¿Una
película? ¿Cuál es el protocolo? Imagine
me and you, I do, I think about you day and night, it’s only right… Debería habérsela recomendado antes de
todo esto. Ahora ya… Tengo que comprar ropa interior nueva, la mía está ya
hecha un asco. ¿Qué? ¿Cómo he llegado hasta ahí? Hit and run, sangre, ropa interior, vale. Qué asco. A ver si me
paso por el centro. ¿Sabrá que siempre quedan pruebas? Siempre. Se ha visto
todas las temporadas de CSI, tiene que saberlo. Pero aunque no lo sepa, nadie
lo está investigando, ¿no? Se supone que estaba en Salamanca… Oye, ¿estabas en
Salamanca el día que atropellaron a tu novia justo al lado de tu casa? Nadie
pregunta eso. ¿Cómo se pregunta eso? Pero si no se lo digo yo, ¿quién? Eso, si
no yo, ¿quién? Quién le enseña las librerías de viejo, quién le lleva al Museo
del Prado, quién le invita a sus primeras bravas. Parecía recién llegado de
Marte, no de Inglaterra. Con su nombre de extraterrestre y su sonrisa, tan… Se
lo tendría que decir, sí. ¿Qué has hecho, Micah? ¿Hasta dónde eres capaz de
llegar? “mi amor mi cómplice y todo / y
en la calle codo a codo”. Solo a mí se me ocurre leer a Benedetti en un día
como este. Y encima, no llueve. Quizá es para mejor. Haga lo que haga, alguien
va a salir herido, pero no pensaba que lo decía tan literalmente. Seguramente
no deba ir. Que se vaya con más paz de la que vino, y ya después… Ya después
desenredaremos lo que vamos a hacer. Nunca es demasiado pronto para tomarse una
cerveza. Me la voy a tomar, y luego otras cinco o seis, y luego las que caigan,
y me voy a ir a casa a dormirla porque es lo mejor que puedo hacer. Ni tacones,
ni medias, ni pésames que no sé ni cómo dar. Una borrachera y llorar viendo Imagine Me and You. ¿Qué estoy haciendo?
¿Qué hago metida una hora en un tren para acabar atascada en esta estación
inmensa que se usa también como cementerio de trenes? ¿Qué sentido tenía hoy
salir de la cama? Hoy, o los últimos nueve meses, ya que estamos. ¿Qué estoy
haciendo? ¿Qué estoy haciendo? ¿Qué has hecho, Micah? Nothing, nothing at all… Ya arrancamos. Por fin. Mira, gotas. Ojalá
el diluvio universal, aquí y ahora, y carreras de agua por la ventana. Para
abajo, para abajo, que aunque todo lo que sube baja, seguramente no todo lo que
baja sube. ¿Qué estoy haciendo? Nothing
at all.
¡Qué fuerrrrte! Me ha encantado. Después de más de cuatro años pasando por la estación fantasma de Chamartín, o el cementerio de trenes, y jamás hubiera escrito un relato con ellos. Pero conozco perfectamente esa sensación de pararse en mitad de la nada, sin motivo, sin sentido, de repente... y llegar tarde a clase por ello.
ResponderEliminarPor lo demás, me ha gustado el relato. Es un poco perturbador, intrigante, de esos que se leen dos veces.
¡Enhorabuena!
Muchas gracias ^^ Son cosas que se te ocurren de repente, puedes estar toda la vida viendo lo mismo y no escribirlo y sacarte una novela de un pájaro cruzando el cielo, es así de aleatorio! :)
Eliminar¡Qué emoción, Bea, oírte leer ese relato tan tuyo, tan bien escrito, tan sugerente! Me encanta, como casi todo lo que he leído tuyo.
ResponderEliminarEnhorabuena... Y otra vez, avisa, para oírte en directo.
¡Gracias, Pura! Debes ser la persona que más cosas mías ha oído, me encanta que te parezca muy mío ^^
EliminarLa próxima vez, si la hay, por supuesto que te aviso. No sé cómo se me pasó, qué cabeza...