Me han dicho muchas veces que soy un poco bruja, por muy diversas razones. Una de ellas es que hay días que me levanto y sé, por ninguna razón en particular, que algo va a pasar. Este año tenía la sensación de que San Valentín, algo que llevo odiando desde que tengo uso de razón, no iba a ser tan malo. Tenía razón. Las buenas noticias han ido lloviendo esta semana, y he llegado al 14 con buen humor, con ganas de mirar con un poco más de benevolencia a la orgía de consumismo y moñería característica de esta bella jornada.
Y gracias a mi buena actitud, el Universo ha querido regalarme un día de San Valentín un poco más fácil. Cosas como llegar al andén y que venga el tren, cruzarte con tu amor platónico por el pasillo de la facultad o que por fin tus padres encuentren un chocolate sin trazas de frutos secos -Gracias, Señor, porque eres bueno y misericordioso-. Sencillas, pero que te alegran el día.
A aquellos que tengáis churri al que regalarle cosas de verdad, felicidades. A aquellos que no, pensad que de todas maneras estáis solos el resto del año. No es momento ahora de deprimirse. Buscad las pequeñas sorpresas, como yo. Elegid el optimismo.
Feliz día del ConsumSan Valentín, chiquets. Sed felices.
Escrito está en mi alma vuestro gesto,
y cuanto yo escribir de vos deseo;
vos sola lo escribisteis, yo lo leo
tan solo, que aun de vos me guardo de esto.
En esto estoy y estaré siempre puesto,
que aunque no cabe en mí cuanto en vos veo,
de tanto bien lo que no entiendo creo,
tomando ya la fe por presupuesto.
Yo no nací sino para quereros;
mi alma os ha cortado a su medida.
Por hábito del alma misma os quiero.
Cuanto tengo confieso yo deberos;
por vos nací, por vos tengo la vida,
por vos he de morir y por vos muero.
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