Goza labios y lengua, machácate de gusto
con quien se deje y no permitas que el otoño
te pille con la piel seca y sin un hombre
(por lo menos) comiéndote las hechuras del alma.
Sólo una cosa podía hacer mejor la clase de latín. Y es que la profesora te lea una poesía así, todos los días, antes de atacar a César, Cicerón, Salustio.
Porque profesoras así hacen que merezca la pena.
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